En la naturaleza, las flores se alzan como testigos silenciosos de la vida, llevando consigo una belleza efímera. A lo largo de la historia y en diversas culturas, les hemos atribuido un sinfín de simbolismos y significados; han estado presentes en las experiencias humanas más profundas: siendo compañeras en rituales y festividades, y acompañándonos en momentos de amor y duelo. En su aparente quietud, estos seres llevan consigo un lenguaje propio que transmite mensajes que trascienden las barreras del lenguaje verbal.  

 

"Entre memorias y colores" se erige como una experiencia multisensorial que ofrece una mirada distinta hacia las etapas de la vida al fusionar la floriografía con la cotidianidad reflejada en uno de los espacios más emblemáticos de la Ciudad de México: el mercado de Jamaica. La instalación, además de explorar la riqueza cultural de dicho espacio, captura los mensajes ocultos que podemos encontrar en la vida diaria, adentrándose en un universo simbólico, donde cada flor encierra significados y emociones que trascienden las palabras.  

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Por medio del retrato de la cotidianidad del Mercado de Jamaica, y tomando como punto de partida las vivencias de sus locatarios, se le reconoce como un espacio lleno de riqueza cultural actual que emerge como una flor de asfalto dentro de la Ciudad de México, dónde se hace visible lo que pasa desapercibido en nuestra vida diaria y en el paisaje urbano (Krauze, 2012).  

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La instalación que fusiona la fotografía documental, la realidad aumentada, la ambientación sonora y elementos sensoriales para sumergir al espectador en una reflexión profunda sobre la fragilidad y complejidad de la existencia humana. Cada imagen capturada en el Mercado de Jamaica refleja conceptos universales como la infancia, el cuidado, el amor, la rutina, las memorias, la muerte y el renacer, revelando así la profunda conexión entre la vida humana y el ciclo de la naturaleza. 

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Esta experiencia se proyecta como un viaje emotivo donde las flores actúan como vehículos de memoria y expresión, recordándonos la fugacidad de los momentos y la belleza efímera que los acompaña.